Experimento del Perdón Reto de 30 Días – 14
Día 14 del Experimento del Perdón
En su obra más popular C.S. Lewis escribió: “Todos dicen que perdonar es algo hermoso, hasta que ellos mismos se encuentran con algo que perdonar”… Desgraciadamente, cuando más necesitamos su fuerza curativa, a menudo nos parece que perdonar no es algo hermoso ni reconfortante, en el mejor de los casos algo difícil de conseguir. Y así, habiendo sido víctimas de otros por el mal que de ellos recibimos, seguimos haciéndonos daño nosotros mismos al permitir que el enojo persista y vacíe nuestra alma de su vitalidad.
La vida es un don maravilloso que hemos de atesorar y compartir. Pero el enojo y el resentimiento, alimentado por la negativa a perdonar, bloquea la curación y el crecimiento. El don queda dañado y todos salimos perdiendo.
Saber perdonar
Perdón significa doblar sin romper, ser lo suficientemente fuerte como para soportar el peso de la ofensa pero lo bastante flexible como para levantarse. ¡Debes perdonar!
Perdonar es un proceso que dura toda la vida. Perdona una y otra vez, incluso la misma ofensa.
Perdónate a ti mismo: por lo que lamentas haber hecho y por lo que desearías haber llevado a cabo, por no ser completamente tú mismo y por ser sólo tú mismo.
Tienes derecho a sentirte triste, traicionado, irritado y resentido cuando te han ofendido.
Comprende, acepta y expresa tus sentimientos. Si los ocultas bajo la superficie, sólo conseguirás que broten en otro lado, en otro momento.
Perdón no significa aceptar que se pueda seguir abusando o relacionándose destructivamente. Establece los límites de lo que consideras aceptable y haz que resulten claros para los otros. Procura que respondan de sus acciones.
La justicia puede enmendar los daños, pero el perdón cura las ofensas. Busca el perdón por encima de la justicia.
Negarte a perdonar es seguir haciéndote daño. Cuando te sientes ofendido, no perdonar puede consolidar en ti una actitud de víctima. Procúrate, en cambio, la personalidad del que perdona.
Convéncete de que el perdón es posible aun en las más dolorosas circunstancias, hasta para las personas de las que no te puedes fiar o que no merecen tu respeto, incluso cuando alguien parece que no merece tu perdón. Es un testimonio de la bondad del Creador vertida en ti desde el primer momento de tu ser.
Perdonar requiere valor y determinación. Excava en profundidad y encontrarás la fuerza que necesitas.
Para ayudarte a perdonar, imagínate a tu ofensor rodeado de luz. Mírate a ti mismo entrando en esa misma luz. Reflexiona que si “no puedo perdonar” tal vez significa más bien “no quiero perdonar”. Luego dirige tu corazón hacia el calor del amor y deja que ese amor ablande tu corazón.
Permite que el perdón abra las puertas a la reconciliación. El que te ofende hoy puede ser tu amigo de mañana.
¿Y por qué perdonar…
Cuando alguien te ofende?
Cuando alguien habla mal de ti, a tus espaldas?
Cuando te traicionan?
Cuando te han estafado o engañado en tu buena fe?
Cuando hayan abusado de ti?
Cuando te mientan?
Cuando te pagan mal, por bien?
Cuando te llevan con doble cara?
Cuando sientas que han sido injustos contigo… aun así …PERDONA
¿Sabes porque?
¡¡Porque ganas mucho más con eso!!
Porque cuando perdonas, te liberas, porque cuando perdonas te limpias y estas en paz con el universo.
Porque conservas tu buena salud física, mental y espiritual.
Porque cuando perdonas liberas fuerzas y energía positiva aun a favor de tus detractores.
Porque cuando das amor el universo te devuelve amor.
Perdonarnos y perdonar a los demás es algo que nos libera del pasado. En “Un Curso de Milagros” se reitera una y otra vez que el perdón lo resuelve casi todo. Yo sé que cuando nos quedamos atascados, por lo general eso significa que hay algo más que perdonar. Si en el momento presente no vamos fluyendo libremente con la vida, generalmente eso quiere decir que nos estamos aferrando a algo pasado. Puede ser arrepentimiento, tristeza, dolor, miedo, culpa, reproche, cólera, resentimiento e incluso, a veces, deseo de venganza. Cada uno de estos atados se genera en un reducto de dureza, en una negativa implacable a renunciar, a aferrarse y a instalarse en el presente.
El amor es siempre la respuesta a una especie de curación. Y la senda que conduce al amor es el perdón. Al perdonar se disuelve el resentimiento.
Acción del Día:
Lleva a cabo los siguientes ejercicios:
Ejercicio: La disolución del resentimiento
Este es un ejercicio, que siempre funciona, para disolver el resentimiento. Para hacerlo, siéntate tranquilamente con los ojos cerrados, y deja que mente y cuerpo se relajen.
Después, imagina que estás sentado en un teatro a oscuras, frente a un pequeño escenario. En él pon a la persona contra quien sientes más resentimiento; no importa que pertenezca al pasado o al presente, que esté viva o muerta. Cuando la veas con claridad, imagina que a esa persona le suceden cosas buenas, cosas que serían importantes para ella, y vela sonriente y feliz.
Mantén durante unos minutos esta imagen y después deja que se desvanezca.
Cuando la persona desaparezca del escenario, instálate allí tu mismo. Imagínate que te suceden cosas buenas, vete feliz y sonriente. Date cuenta de que la abundancia del Universo está al alcance de todos nosotros.
El ejercicio anterior, que para algunos será muy difícil de hacer, disuelve las sombrías nubes del resentimiento con que la mayoría de nosotros cargamos. Cada vez que lo hagas, imagínate a una persona diferente.
Practícalo una vez por día durante un mes, y observe cuánto más ligero te sientes.
Ejercicio: La venganza
Quienes caminan por la senda espiritual conocen la importancia del perdón, pero entre nosotros hay personas que necesitan un paso previo antes de poder perdonar totalmente. A veces, al niño que llevamos dentro, para sentirse en libertad de perdonar, le hace falta primero vengarse. Por eso, este ejercicio es muy útil.
Con los ojos cerrados, siéntate en silencio, tranquilamente. Piensa en las personas a quienes más te cuesta perdonar. ¿Qué te gustaría realmente hacerles? ¿Qué tendrían que hacer para que las perdonaras? Imagínate que eso sucede ahora; entretente en los detalles. ¿Durante cuánto tiempo quieres que sufran o que hagan penitencia? Cuando sientas que ya has acabado, condensa el tiempo y da todo por terminado, para siempre.
Generalmente, en este momento uno se siente más ligero y se le hace más fácil pensar en perdonar. Complacerse diariamente en este ejercicio no sería bueno para ti, pero hacerlo una vez, a modo de cierre de un capítulo, puede ser muy liberador.
Ejercicio: El perdón
Ahora ya estamos en condiciones de perdonar. Si es posible, haz este ejercicio en pareja; si no, hazlo solo, pero siempre en voz alta.
Vuelve a sentarte quieto, con los ojos cerrados, y repite: ‘La persona a quien necesito perdonar es…, y la perdono por…’.
Repite insistentemente el ejercicio. A algunos tendrás muchas cosas que perdonarles, a otros solamente una o dos. Si trabajas en pareja, haz que él -o ella- te diga: ‘Gracias, ahora te libero’. Si trabajas solo, imagínate que la persona a quien estás perdonando se lo dices.
Hazlo durante cinco o diez minutos por lo menos, buscando en tu corazón todas las injusticias que aún albergas, y después suéltelas; no sigas aferrándote a ellas.
Ejercicio: Visualización
Otro buen ejercicio. Si puedes, haz que alguien te lo lea, o grábalo para escucharlo después.
Empieza visualizándote como una criatura de cinco o seis años. Mira profundamente los ojos de ese niño/a. Ve la ansiedad que hay en ellos y comprende que la única cosa que quiere de ti es amor. Tiéndele los brazos y envuélvelo en ellos. Abrázalo con amor y ternura, dile cuánto lo amas, cuánto lo quieres, cuánto te importa. Admira a ese niño/a, admíralo totalmente y dile que está perfectamente bien cometer errores mientras se aprende. Prométele que estarás siempre con él, pase lo que pase. Ahora, deja que ese niño/a se vuelva muy, muy pequeño, hasta que puedas guardarlo dentro del corazón.
Consérvalo allí para que cada vez que mires abajo puedas ver esa carita que se levanta para mirarlo y brindarle todo tu amor.
Ahora, visualiza a tu madre como a una niña de cuatro o cinco años, asustada y en busca de amor, sin saber dónde encontrarlo. Tiéndele los brazos, abrázala y hazle saber cuánto la amas, cuánto te preocupas por ella. Dile que puede confiar en que tú siempre estarás allí, pase lo que pase. Cuando se tranquilice y empiece a sentirse segura, deja que se vuelva muy pequeñita, hasta que puedas albergarla en tu corazón, y guárdala allí, junto con tu niño/a, para que se den muchísimo amor el uno al otro.
Ahora imagínate a tu padre como un niño de tres o cuatro años, asustado y llorando, en busca de amor. Ve cómo le ruedan las lágrimas por la carita, sin saber a quién volverse. Tú, que ya sabes cómo consolar a niños asustados, tiendes los brazos para acoger al cuerpecito tembloroso. Consuélalo, arrúllalo, hazle sentir cuánto lo amas. Asegúrale que siempre estarás allí, con él. Cuando se le hayan secado las lágrimas, y cuando puedas sentirlo lleno de amor y de paz, deja que se vuelva muy pequeño hasta que puedas acogerlo en tu corazón. Y guárdalo allí para que los tres pequeños puedan darse unos a otros mucho amor, y tú puedas amarlos a los tres.
Hay tanto amor en tu corazón que con él podrías curar a todo el planeta. Pero por ahora limitémonos a dejar que ese amor sirva para curarte a ti. Siente cómo una cálida ternura empieza a arder en el centro de tu corazón, algo afectuoso y dulce. Y deja que ese sentimiento empiece a cambiar la forma en que piensas y hablas de ti mismo.
“En la infinitud de la vida, donde estoy, todo es perfecto, completo y entero. El cambio es la ley natural de mi vida, y al cambio doy la bienvenida. Me dispongo a cambiar y decido modificar mi manera de pensar. Decido cambiar las palabras que uso. De lo viejo a lo nuevo, avanzo con júbilo y soltura. Perdonar es, para mí, más fácil de lo que pensaba. Perdonar hace que me sienta libre y sin cargas. Con júbilo aprendo a amarme cada vez más. Cuanto más me libero del resentimiento, tanto más amor tengo para expresar. El cambio de mis pensamientos hace que me sienta una buena persona. Estoy aprendiendo a convertir el día de hoy en un placer. Todo está bien en mi mundo.”
Pensamiento del Día:
El perdón es un cambio en la percepción que elimina un bloqueo hacia la conciencia de la presencia del Amor. No perdonar es beber un poco de veneno cada día esperando que la otra persona se muera. Tú y yo tenemos el poder de cambiar cada experiencia con nuestra opinión y podemos decidir si algo es “bueno” o no. Cuando decimos que algo “no es bueno”, sencillamente nos quitamos la oportunidad de transformar esa experiencia, reclamar lo bueno en ella y utilizar eso bueno como palanca para crecer.
Elimina la carga negativa, cambia tu percepción y lo bueno que siempre está presente en las experiencias de la vida se revelará. -Mary Morrisey
Afirmación del Día:
“(Tú Nombre) eres bendito. / (El nombre de alguien a quien estás en proceso de perdonar) eres bendito.” Repite esta afirmación 7 veces al día durante 33 días.